Sergio
Almaraz Paz, casado, un hijo, nacido en la ciudad de Cochabamba el año 1927, es
el autor del libro petróleo en Bolivia
que, al decir de su autor, ha sido recibido por la prensa y los intelectuales
con un significativo y frío silencio.
Sergio
Almaraz fue, hasta hace ¡tres años, uno de los más altos dirigentes del Partido Comunista. Desde entonces, alguna causa que no ha sido revelada lo alejó del
importante cargo que ejercía y le permitió retornar al apacible y pequeño
ambiente de su librería. En el segundo piso de una vieja casona de la plaza Murillo,
Almaraz atiende a una clientela formada por estudiantes, políticos, dirigentes
sindicales, escritores, que llegan a su diminuta librería en busca de algún
texto de doctrina, o por el simple placer de reunirse para conversar.
Desmintiendo
el aspecto y temperamento que se suele atribuir a un militante del partido
comunista, Almaraz es un hombre de maneras lentas y voz pausada, que puede
sostener una conversación con el más recalcitrante anticomunista en términos
tolerantes y de espontánea cordialidad. Pese a sus treinta años, su historial
político reúne todas las experiencias y sinsabores con que nuestra política
criolla marca a los que se aventuran en su servicio.
Miembro de
la FUL en 1948, de la CUB hasta 1953, preso político en Coati durante tres
meses, exiliado en Santiago de Chile durante siete meses, todos estos
desempeños y avatares le impidieron pasar del tercer año de la Facultad de
Derecho.
Guión
visitó a Sergio Almaraz con el propósito de llevar a sus lectores la primera
respuesta a una serie de interrogantes en torno a la industria petrolera, que
el país necesita sean respondidas por quienes tienen más autoridad en la materia.
De las respuestas que Almaraz dé a esas preguntas, y de las que puedan dar
otras personas interiorizadas en el negocio petrolero, el pueblo sabrá distinguir
el mito de la realidad en este nuevo gran protagonista económico, político y
social que es el petróleo.
No nos
equivocamos al suponer que Almaraz tuvo conciencia, cuando comenzó a escribir
su libro, de la misión histórica que estaría destinado su trabajo. El piensa
que el estaño ha hecho “mutis” en la escena nacional y que su reemplazante, el
petróleo, determinará profundas transformaciones en los aspectos económico,
social y político.
¿Por qué
eligió el tema del petróleo para su primer libro?
Porque
supongo que entre los diversos problemas que dan fisonomía a un país en un
momento dado, existe una cuestión clave, un eslabón en la cadena que es el más
importante entre todos y, en el caso nuestro, creo que la cuestión básica es el
petróleo. En el terreno político actuará como un catalizador que separe y
reagrupe fuerzas, y en el económico, puede convertirse en la causa del
bienestar o la ruina del país. De los partidos se podrá decir más adelante, dime
qué piensas del petróleo y te diré quién eres.
¿Qué método
siguió para escribir y cómo se procuro’ la documentación necesaria?
La
información recogida en libros, informes, artículos de prensa, etc., la fui ordenando
en un fichero. Esta fue la primera etapa del trabajo. La siguiente fue confrontar
y depurar esa información, y la última correspondió a la sistematización en
temas generales.
¿Qué impresiones
han llegado hasta Ud. acerca de la acogida dispensada al libro por nuestro
público lector?
En cuanto a
la prensa y los intelectuales un frío silencio, Guión es la excepción, lo mismo
que las revistas argentinas Mediterránea de Córdoba y Qué de Buenos Aires.
Creo, por lo demás, que el trabajo ha tenido una buena acogida entre los
lectores.
¿Qué
opinión le merece Los betunes del Padre Barba de Ulises Peláez?
Es un
magnífico trabajo sobre la historia de nuestros hidrocarburos y con él don
Rafael demuestra que es tan buen historiador como novelista.
¿Y que’ dice
Ud. de la opinión del S1: Luis Peñaloza en el foro universitario en sentido de
que su libro no constituye una fuente objetiva de información porque su autor
tiene una determinada posición política?
Creo que en
mi libro se abordan hechos y los hechos son tercos, intergiversables. El Sr.
Peñaloza debiera reglar sobre los hechos y no sobre el autor. Además, mis tesis
concuerdan con investigadores de las más diferentes condiciones políticas. Para
ejemplo, bastan los artículos del Prof. Silva Herzog que está publicando El
Diario. Si tomamos la cosa por el ángulo personal, no hay para qué discutir
problemas y con los mismos recursos con los que me excomulga el Sr. Peñaloza
podríamos descalificar su obra.
En su libro
Ud. sostiene que existe un peligro para YPFB en las concesiones privadas, ¿qué
puede decirnos sobre este tópico?
En efecto,
se trata de un peligro directo o inmediato. Sería cosa que nos tomaría tiempo
desarrollar el tema. Pero quiero señalar un peligro indirecto mucho mayor: la
actitud de los mandos superiores de YPFB hacia esas empresas. Esa actitud es de
tolerancia y complacencia, es débil y vacilante, subestima las posibilidades de
la entidad fiscal y es pesimista respecto del porvenir de la industria nacional.
Esto es lo más grave. Es como si los generales de un ejército antes de ingresar
en batalla (YPFB es indudable que tendrá que defender su vida en dura lucha) ya
se sintieran derrotados.
¿Cuál
considera que es el para más importante que se debe dar frente al actual problema
petrolero?
Ante todo,
organizar un Comité Nacional de Defensa de nuestras reservas y de YPFB. Ningún
ciudadano honesto debe rehusar su concurso. Lo poco que le queda al país está
en YPFB.
¿Qué le
parece el proyecto de revivió’: del Código del Petróleo presentado en el Parlamento
por los senadores Lechín y Tórrez?
Si la cosa
va en serio, creo que es una actitud honesta que estamos obligados a respaldar
porque constituiría el reconocimiento tácito por parte de esos dos dirigentes
de haberse equivocado en el pasado, cuando aprobaron el Código. Por lo demás,
desgraciadamente el remedio llega tarde. Hemos perdido más de tres cuartas
partes de nuestra reserva. Es como cambiar la ropa a un difunto.
De todos
modos, siempre algo se puede hacer, por lo menos ayudar a YPFB y colocar una
barrera contra nuevas concesiones. En cuanto al Código mismo, es una ley que
nació muerta. Sus disposiciones nos hacen retroceder un cuarto de siglo y
políticamente nadie podrá librar a sus autores de tan tremenda y trágica carga de
responsabilidades. Por lo demás, repito, si existe un empeño sincero de
introducir ciertas modificaciones, bienvenidas sean.
¿Cómo aprecia
los contratos firmados por el gobierno argentino para la explotación del
petróleo?
Para
enjuiciar la política argentina en la materia, es necesario que se clarifique
algo más en el panorama. Pero de los contratos firmados hasta el presente y del
convenio argentino-soviético que totalizarán una inversión de cerca de 1.000 millones
de dólares, ya podemos desprender una conclusión: los argentinos han demostrado
sin lugar a dudas que para obtener capitales privados para el petróleo no es
necesario otorgar concesiones a compañías privadas. Cuando hay petróleo, el
capital viene. El dinero está detrás del petróleo y no a la inversa. Lo que
hace la Argentina constituye un ejemplo de política petrolera que descubre que
todo lo que se tiene hecho en nuestro país no pasa de ser una alegre repartija
de yacimientos sin beneficio para la economía nacional.
¿Qué más
puede decirnos para los lectores de Guión?
Que aprecio
la actitud de Guión al preocuparse de problemas que tienen un profundo interés
nacional como éste del petróleo. Eso revela una sensibilidad indispensable para
hacer un periodismo decente. Nuestro país necesita, como ningún otro, que se le
diga la verdad, necesita elementos de información objetiva y creo que Guión
puede jugar un gran papel en este terreno.
La Paz, 30
de septiembre de 1958
[Revista
Guión, director Marcelo Quiroga Santa Cruz].