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Miguel Urbano Rodrigues: Actualidad del Manifiesto Comunista

Miguel Urbano Rodrigues
Villa Nova de Gaia
10 de abril de 2014

Relei hace unos días el Manifiesto Comunista. Han transcurrido 165 años desde que Marx y Engels divulgaran ese explosivo documento revolucionario.
El mundo actual es muy diferente de aquel que inspiró el Manifiesto. En la época, la Revolución de 1848 lastraba por Europa. El «espectro» del comunismo alarmaba a las clases dominantes, del Atlántico a los Urales. Pero solamente en 1917, casi medio siglo tras la Comuna de París, una revolución victoriosa y un partido comunista criaron el primer Estado socialista en Rusia.
Más de siete décadas duró la primera experiencia socialista triunfante. Finalizó con la trágica desintegración de la Unión Soviética y el regreso del capitalismo a Rusia.
Hoy, en Europa, el Poder es ejercido por las clases dominantes. Ta vez con una única excepción, burguesías arrogantes controlan los gobiernos. Los políticos que las representan son neoliberales, socialdemócratas domesticados, o nostálgicos del fascismo.
En este contexto histórico tan sombrío, fue con sorpresa que, al releer el Manifiesto Comunista, llegué a la conclusión que no perdió actualidad.
Continua cargado de enseñanzas para comunistas y no comunistas. Siento que en Portugal, señaladamente, es actualísimo.

R. Coitinho: Homenagem a Lênin; interpretar e transformar o mundo

Neste 21 de janeiro lembramos os 90 anos da morte do grande revolucionário, político, estrategista, organizador do partido e das massas e estadista, Vladimir Lênin. O mais genial continuador da obra de Marx e Engels e, sem dúvida, a maior dentre as maiores personalidades do século 20.
Por Rita Coitinho, especial para o Vermelho
Mestra em sociologia, cientista social e dirigente do PCdoB em Santa Catarina

Noventa anos da morte do grande revolucionário, político, estrategista, organizador do partido e das massas e estadista, Vladimir Lênin.

A monumental contribuição de Lênin, cujas “obras completas” somam milhares de páginas – entre discursos, panfletos, programas, artigos e obras de maior envergadura e imensa densidade teórica – não poderia ser resumida em apenas um livro e, menos ainda, em um simples artigo. Apresentaremos a seguir, como forma de render-lhe uma modesta homenagem, alguns dos aspectos que destacamos de seu pensamento, com a certeza de que a difusão e o estímulo ao estudo de suas obras e, fundamentalmente, a busca da realização de seu objetivo maior – a construção do socialismo e, com ele, a paz entre os povos e o fim da exploração de uma classe pela outra – são os melhores tributos que podemos prestar à sua memória.

A defesa do marxismo

Na Rússia pré-revolucionária o marxismo adentrou com certa força nos círculos intelectuais. Porém o entendimento de que as condições russas eram demasiadamente atrasadas em relação aos países de capitalismo avançado da Europa levava muitos “marxistas” à conclusão de que não seria possível a revolução socialista enquanto não se desenvolvessem plenamente as forças produtivas. Lênin travou dura batalha contra as deturpações dogmáticas e revisionistas do marxismo. “A Rússia fez seu o marxismo, como teoria revolucionária justa” (1), como um sistema de teorias adequado à compreensão da realidade de qualquer país do mundo na atualidade. Lênin demonstrou que a teoria de Marx e Engels oferece instrumentos para a compreensão e transformação da realidade. Seu desenvolvimento contínuo não pressupõe, no entanto, a negação das categorias fundamentais elaboradas pelos dois teóricos nem, por outro lado, a cristalização dogmática das formulações táticas, que estavam ligadas ao tempo e ao lugar histórico. Mais do que um método, o marxismo é “teoria e programa do movimento operário de todos os países” (2). 

Leia também:

O desenvolvimento leninista da teoria de Marx e Engels determinou a tática do partido na revolução de 1905-1907, nos anos de reação e violência contrarrevolucionária que se seguiram à revolução democrático-burguesa e possibilitou a vitória dos bolcheviques em 1917. Nos duros anos de repressão houve grande penetração da ideologia burguesa nos círculos científicos e literários e Lênin travou duro combate para defender o marxismo em contraposição à justificação ideológica da contrarrevolução, ao ressurgimento do misticismo e de concepções idealistas. Dentre os inúmeros trabalhos importantes desse período de perseguição aos revolucionários destaca-se o monumental Materialismo e Empiriocriticismo – notas críticas sobre uma filosofia reacionária, em que Lênin refutou o idealismo subjetivista e desenvolveu, em todas as suas possibilidades, a teoria marxista da cognoscibilidade do mundo.

La totalidad en el método dialéctico de Marx y Hegel

Julio Cota
Buró político del Partido Comunista de México
Debemos pensar el capitalismo en su totalidad para resolver su contradicción fundamental y no de manera fragmentaria para perdernos en reformismos. Esto no es sólo un problema metodológico, sino táctico y estratégico, es ante todo, una posición política entre reforma y revolución. Diversos sectores sociales resisten consciente o inconscientemente al capitalismo, sin embargo, sólo el proletariado consciente contiene la totalidad de los intereses de los oprimidos. Para comprender la crisis civilizatoria de la modernidad que ha generado el capitalismo, es necesario retomar la categoría de totalidad que el sistema hegeliano propuso, y más aún, la que el marxismo en su versión materialista desarrolló y mejoró.



G. F. Hegel pretendió nada menos que explicar todo lo pensable, por ello el eje rector de su sistema filosófico no es su concepto de devenir histórico, sino el concepto de totalidad. La pretensión de Hegel por albergar dentro de un gran armazón teórico todo lo que los hombres han producido a través de la historia, es la Ley que rige el desenvolvimiento del Espíritu (1), es decir, la filosofía misma. La categoría de totalidad es la columna vertebral del método dialéctico de Hegel.Para él lo único real es la totalidad, en donde sus partes integrantes (sujeto y objeto) no son más que momentos históricos de dicha totalidadcomo sistema.
Para Hegel el conocimiento está en el Absoluto (2) y éste se encuentra en nosotros mismos, dicho conocimiento tiene un proceso: primero, la mera consciencia sensible, luego esta consciencia pasa por la autoconsciencia hasta llegar finalmente al saber absoluto. Esto significa para Hegel, que el propio Absoluto se piensa a sí mismo. Idealismo objetivo puro.

Las cinco dificultades para decir la verdad, Bertolt Brecht



Bertolt Brecht


El que quiera luchar hoy contra la mentira y la ignorancia y escribir la verdad tendrá que vencer por lo menos cinco dificultades. Tendrá que tener el valor de escribir la verdad aunque se la desfigure por doquier; la inteligencia necesaria para descubrirla; el arte de hacerla manejable como un arma; el discernimiento indispensable para difundirla.

Tales dificultades son enormes para los que escriben bajo el fascismo, pero también para los exiliados y los expulsados, y para los que viven en las democracias burguesas.

1. El valor de escribir la verdad

Para mucha gente es evidente que el escritor deba escribir la verdad, es decir, no debe rechazarla, ocultarla, ni deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles. Pero es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles. Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario.

Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo ello, se necesita mucho valor.

Cuando impera la represión más feroz gusta hablar de cosas grandes y nobles. Es entonces cuando se necesita valor para hablar de las cosas pequeñas y vulgares, como la alimentación y la vivienda de los obreros. Por doquier aparece la consigna: “No hay pasión más noble que el amor al sacrificio”.

En lugar de entonar ditirambos sobre el campesino hay que hablar de máquinas y de abonos que facilitarían el trabajo que se ensalza. Cuando se clama por todas las antenas que el hombre inculto e ignorante es mejor que el hombre cultivado e instruido, hay que tener valor para plantearse el interrogante: ¿mejor para quién? Cuando se habla de razas perfectas y razas imperfectas, el valor está en decir: ¿es que el hambre, la ignorancia y la guerra no crean taras?

También se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido. Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad. En realidad esa bondad ha sido vencida. Por consiguiente, era una bondad débil e impropia, una bondad incierta, pues no es justo pensar que la bondad implica la debilidad, como la lluvia la humedad. Decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran débiles requiere cierto valor.

Escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira. El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles. No se necesita un gran valor para deplorar en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad ni para anunciar con estruendo el triunfo del espíritu en países donde éste es todavía concebible. Muchos se creen apuntados por cañones cuando solamente gemelos de teatro se orientan hacia ellos. Formulan reclamaciones generales en un mundo de amigos inofensivos y reclaman una justicia general por la que no han combatido nunca. También reclaman una libertad general: la de seguir percibiendo su parte habitual del botín. En síntesis, sólo admiten una verdad: la que les suena bien.

Pero si la verdad se presenta bajo una forma seca, en cifras y en hechos, y exige ser confirmada, ya no sabrán qué hacer. Tal verdad no les exalta. Del hombre veraz sólo tienen la apariencia. Su gran desgracia es que no conocen la verdad.

2. La inteligencia necesaria para descubrir la verdad

Enfoque de China: Xi Jinping insta a adherirse a filosofía marxista

XINHUA

El secretario general del Comité Central del Partido Comunista de China (PCCh), Xi Jinping, exhortó a todos los miembros del partido a que aprendan la filosofía marxista a fin de entender mejor la situación del país y ayudar a impulsar todos los tipos de trabajo.

Xi hizo estos comentarios el martes en una reunión de estudio en grupo del Buró Político del Comité Central del PCCh, el máximo liderazgo de China, sobre la teoría básica y la metodología del materialismo histórico de Karl Marx, dice un comunicado emitido hoy.

El materialismo histórico es un acercamiento metodológico a los estudios sociales, económicos e historicos.

Al tiempo que presidía el estudio colectivo, Xi dijo que la filosofía marxista, que ha revelado la norma general del desarrollo de la sociedad humana, todavía posee una fuerte vitalidad y sirve como un arma poderosa de pensamiento para guiar a los comunistas hacia el logro de progreso.

Los miembros del Buró Político escucharon las conferencias dadas por el profesor Guo Zhan de la Universidad Renmin y por el profesor Han Qingxiang de la Escuela del Partido del Comité Central del PCCh.

El estudio en grupo es usado por la máxima dirigencia para aprender sobre asuntos importantes. Este fue el onceavo grupo de estudio del Buró Político actual.

Xi dijo que en diferentes momentos de la historia, el PCCh ha tenido muchos éxitos con la ayuda del materialismo histórico. Las experiencias y la situación actual muestran que sólo apegándose al materialismo histórico el Partido puede lograr un progreso continuo, indicó.

Xi afirmó que la experiencia social determina la conciencia social. La teoría, las directrices y las políticas del Partido son correctas porque están basadas en la existencia social de la era actual.

Las disposiciones generales para profundizar integralmente la reforma, que se llevaron a cabo en la Tercera Sesión Plenaria del XVIII Comité Central del PCCh, corresponden a las condiciones nacionales básicas y a las necesidades de desarrollo del país.

Xi subrayó que la gente, que es la creadora de la historia, debe beneficiarse más de los resultados de desarrollo.

El secretario general dijo que sin teoría, un país con más de 1.300 millones de personas y un ambiente nacional e internacional complicado no puede superar los desafíos ni las dificultades ni lograr progreso.

Xi urgió a todos los cuadros del Partido, especialmente a los funcionarios de alto nivel, a que estudien las obras clásicas del Marxismo, fortalezcan su fe y mejoren sus capacidades con el fin de lograr un nuevo progreso en las reformas y desarrollo.

Primera Internacional: Hoy (ayer) se cumplen 149 años de su realización

TRIBUNA POPULAR
29 de Septiembre 2013

El diputado Carolus Wimmer describió esta histórica iniciativa como el hecho que sentó las bases teóricas y organizativas de la fuerza trabajadora revolucionaria.



Al celebrarse este sábado 28 de septiembre de 2013 los 149 años de la fundación de la Primera Internacional Socialista, “es necesario destacar que esta sentó las bases teóricas y organizativas del movimiento obrero internacional, al asumir el marxismo y el socialismo científico como instrumentos de lucha para la liberación del género humano de la explotación capitalista”, declaró el diputado al Parlamento Latinoamericano Carolus Wimmer.

La Primera Internacional Socialista fue la asociación inicial del proletariado, “cimentadora del internacionalismo proletario como la solidaridad concreta de la clase trabajadora de todas las naciones y pueblos”, señaló Wimmer, quien es dirigente del Partido Comunista de Venezuela: “Este gran frente de organizaciones obreras y dirigentes revolucionarios de los principales países industrializados y capitalistas fue una clara demostración de que solo unidos se puede derrotar la explotación”.

Desde esa perspectiva, confirmó que aquel encuentro ejerció gran influencia en el desarrollo de la lucha política y económica del proletariado no solo de la época, sino hasta nuestros días.

El diputado Wimmer explicó que la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) -que pasaría a la historia como la Primera Internacional- se fundó gracias al esfuerzo de dirigentes sindicales ingleses, franceses, alemanes y de otros países europeos, reunidos en un mitin en Saint Martin’s Hall en Londres, el 28 de septiembre de 1864, “unidos indisolublemente con los nombres de Carlos Marx y Federico Engels”.

“A aquella iniciativa, la humanidad toda le debe su única posibilidad de supervivencia, pues como dice la célebre frase de Rosa Luxemburgo, no hay elección, es socialismo o barbarie”, expresó.

MARCO HISTÓRICO

Wimmer subrayó que la acción organizativa que nucleó a los movimientos obreros de entonces, “se produjo en un momento de gran auge del capitalismo industrial y de manufactura en Inglaterra, que había visto triplicar en los últimos 20 años sus ganancias con la importación y exportación de mercancías”.

“Al mismo tiempo, la pobreza de la clase trabajadora aumentó a niveles tan infrahumanos que solo ‘enfermedad, hambre, miseria y muerte, era el destino de las y los trabajadores’, según lo describió Federico Engels, en 1845, en su ensayo La situación de la clase obrera en Inglaterra.

LA ÚNICA ALTERNATIVA

Circular del Comité Central a la Liga Comunista

Carlos Marx

Marzo de 1850

Hermanos:

Durante los últimos años de revolución (1848-1849) la Liga ha justificado plenamente su existencia. Primero: Por la vigorosa actividad de sus miembros; en todos los sitios donde se produjeron movimientos estuvieron en la vanguardia, en la Prensa, en las barricadas y en los campos de batalla del proletariado, como la única clase revolucionaria de la sociedad. Segundo: A través de la concepción que del alzamiento en conjunto tenía la Liga, según fue enunciado en la carta circular del Congreso Central Ejecutivo en 1847, y particularmente en el Manifiesto Comunista.
Esta concepción ha sido ratificada por los acontecimientos de los dos años últimos. De otra parte, los puntos de vista que respecto de las condiciones sociales actuales propagábamos nosotros en los primeros años de nuestra actuación en reuniones secretas y en escritos clandestinos son ahora del dominio público y se predican en esquinas y plazas públicas.
Por otro lado, la primitiva y rígida organización de la Liga se ha perdido considerablemente; un gran número de miembros que han participado directamente en la revolución han venido a la conclusión de que ha pasado el tiempo de la organización secreta y que la propaganda pública sería suficiente. Varios distritos y Comunidades han perdido el contacto con el Comité Central y no lo reanudan.
Mientras el partido democrático, el partido de la pequeña burguesía, amplía y robustece su organización, el partido de la clase obrera pierde su cohesión o forma organizaciones locales para fines locales, y así se ve envuelto en el movimiento democrático y cae bajo la influencia de la pequeña burguesía. Este estado de cosas debe terminar; la independencia de la clase trabajadora debe ser restablecida.
El Comité Central, ya en el invierno de 1848-49 mostró la necesidad de esta reorganización y envió con esta misión a José Moll; pero su trabajo no ha dado resultado. Después de la derrota del movimiento revolucionario de junio de 1849 en Alemania, casi todos los miembros del Comité Central, reunidos en Londres y ayudados por nuevas fuerzas revolucionarias, tomaron seriamente en sus manos el trabajo de reorganización.
Esta reorganización sólo puede ser lograda por un enviado especial, y el Comité Central piensa que tiene una gran importancia el hecho de que nuestro delegado debe estar en viaje en el momento en que un nuevo alzamiento es inminente; precisamente cuando, por esta razón, el partido de la clase obrera debería estar fuertemente organizado y actuar unánime e independientemente, si no quiere ser de nuevo explotado y marchar a remolque de la burguesía, como en 1848.
* * *
Os hemos dicho, hermanos, en 1848 que el liberalismo alemán vendría pronto al Poder y emplearía éste una vez más contra la clase trabajadora. Habéis visto cómo ha sido realizado. Fue la burguesía quien, después del victorioso movimiento de marzo de 1848, tomó las riendas del gobierno, y el primer uso que hizo del Poder fue hacer retroceder a los trabajadores, sus aliados en la lucha contra el absolutismo, a su anterior condición de oprimidos. No podían ellos conseguir su propósito sin la asistencia de la derrotada aristocracia, a la cual transfieren incluso el Poder gubernamental, guardando, no obstante, para sí mismos la intervención definitiva del Gobierno a través del presupuesto.
La parte que los liberales jugaron en 1848, este papel de traición, será desempeñado en la próxima revolución por el partido de la pequeña burguesía, la cual, entre los partidos de oposición al Gobierno, está ahora ocupando la misma posición que los liberales tenían antes de la revolución de Marzo. Este partido democrático, el cual es más peligroso para los trabajadores que lo fue el partido liberal, está integrado por los siguientes elementos:
  1. Por los miembros más progresivos de la alta burguesía, cuya misión es barrer todos los residuos de feudalismo y absolutismo;
  2. Por la pequeña burguesía democrático-constitucional, cuyo principal objeto es establecer una federación democrática de los Estados alemanes, y
  3. Por la pequeña burguesía republicana, cuyo ideal es transformar Alemania en una especie de República suiza. Estos republicanos se llaman a sí mismos "rojos" y "socialdemócratas", porque tienen el piadoso deseo de remover la presión del gran capital sobre el más pequeño y la que la gran burguesía ejerce respecto de la pequeña.
Todos los partidos, después de la derrota que han sufrido, se llaman republicanos o rojos, exactamente igual que en Francia la pequeña burguesía republicana se llama a sí misma socialista. Donde, no obstante, tiene la oportunidad de lograr sus fines por métodos constitucionales, usan su vieja fraseología y muestran por los actos que no han cambiado en absoluto. Es, naturalmente, evidente que el cambio de nombre de tal partido no altera su actitud hacia la clase trabajadora; esto prueba únicamente que en su lucha contra las fuerzas unidas del absolutismo y de los capitalistas fuertes ellos necesitan la ayuda del proletariado.
El partido democrático pequeño-burgués es muy poderoso en Alemania. Abarca, no solamente la gran mayoría de la población de las ciudades (pequeños comerciantes y artesanos), sino también los terratenientes y jornaleros, en tanto los últimos no han establecido todavía contacto con el proletariado de la ciudad.
La clase trabajadora revolucionaria actúa de acuerdo con ese partido mientras se trata de luchar y abolir la coalición aristocrático-liberal; en todas las demás cuestiones, la clase trabajadora revolucionaria necesita actuar independientemente. La pequeña burguesía democrática está muy lejos de desear la transformación de toda la sociedad; su finalidad tiende únicamente a producir los cambios en las condiciones sociales que puedan hacer su vida en la sociedad actual más confortable y provechosa. Desea, sobre todo, una reducción de los gastos nacionales por medio de una simplificación de la burocracia y la imposición de las principales cargas contributivas sobre los señores de la tierra y los capitalistas. Pide igualmente establecimientos de Bancos del Estado y leyes contra la usura; todo a los fines de librar de la presión del gran capital a los pequeños comerciantes y obtener del Estado crédito barato. Pide también la explotación de toda la tierra para terminar con todos los restos del derecho señorial. Para este objeto necesita una Constitución democrática que pueda darles la mayoría en el Parlamento, Municipalidades y Senado. Con el fin de adueñarse del Poder y de contener el desarrollo del gran capital, el partido democrático pide la reforma de las leyes de la herencia, e igualmente que se transfieran los servicios públicos y tantas empresas industriales como se pueda a las autoridades del Estado y del Municipio. Cuanto a los trabajadores, ellos deberán continuar siendo asalariados, para los cuales, no obstante, el partido democrático procurará más altos salarios, mejores condiciones de trabajo y una existencia más segura. Los demócratas tienen la esperanza de realizar este programa por medio del Estado y la Administración municipal y a través de instituciones benéficas.
En concreto: aspiran a corromper a la clase trabajadora con la tranquilidad, y así adormecer su espíritu revolucionario con concesiones y comodidades pasajeras.
Las peticiones democráticas no pueden satisfacer nunca al partido del proletariado. Mientras la democrática pequeña burguesía desearía que la revolución terminase tan pronto ha visto sus aspiraciones más o menos satisfechas, nuestro interés y nuestro deber es hacer la revolución permanente, mantenerla en marcha hasta que todas las clases poseedoras y dominantes sean desprovistas de su poder, hasta que la maquinaria gubernamental sea ocupada por el proletariado y la organización de la clase trabajadora de todos los países esté tan adelantada que toda rivalidad y competencia entre ella misma haya cesado y hasta que las más importantes fuerzas de producción estén en las manos del proletariado.
Para nosotros no es cuestión reformar la propiedad privada, sino abolirla; paliar los antagonismos de clase, sino abolir las clases; mejorar la sociedad existente, sino establecer una nueva. No hay duda de que con el mayor desarrollo de la revolución la pequeña burguesía democrática puede advenir por algún tiempo el partido más influyente de Alemania.
La cuestión es, pues, saber cuál ha de ser la actitud del proletariado, y particularmente la de la Liga:
  1. Durante la continuación de las condiciones actuales, en las cuales la pequeña burguesía democrática es también oprimida;
  2. En el transcurso de las luchas revolucionarias, las cuales les darán un momentáneo ascendiente, y
  3. Después de aquellas luchas, durante el tiempo de su ascendiente sobre las clases derrotadas y el proletariado.
En el momento presente, cuando la pequeña burguesía democrática es en todas partes oprimida, instruye al proletariado, exhortándole a la unificación y conciliación; ellos desearían poder unir las manos y formar un gran partido de oposición, abarcando dentro de sus límites todos los matices de la democracia. Esto es, ellos tratarán de convertir al proletariado en una organización de partido en el cual predominen las frases generales social-demócratas, tras del cual sus intereses particulares estén escondidos y en el que las particulares demandas proletarias no deban, en interés de la concordia y de la paz, pasar a un primer plano.
Una tal unificación sería hecha en exclusivo beneficio de la pequeña burguesía democrática y en perjuicio del proletariado. La clase trabajadora organizada perdería su a tanta costa ganada independencia y advendría de nuevo un mero apéndice de la oficial democracia burguesa. Semejante unificación debe ser resueltamente rechazada.
En vez de permitir que formen el coro de la burguesía democrática, los trabajadores, y particularmente la Liga, deben tratar de establecer junto a la democracia oficial una independiente, legal y secreta organización del partido de la clase obrera, y hacer de cada Comunidad el centro y el núcleo de Sociedades de la clase obrera en las que la actitud y el interés del proletariado deberán ser discutidos independientemente de las influencias burguesas.
De cuán poco se preocupan los demócratas burgueses de realizar una alianza en la que los proletarios serían considerados como copartícipes con iguales derechos e idéntica situación, es un ejemplo la actitud de los demócratas de Breslau, quienes en su órgano el Oder-Zeitung están atacando a aquellos trabajadores que se hallan organizados independientemente, y a quienes motejan de socialistas, haciéndoles víctimas de severas persecuciones.
El nervio de la cuestión es este: en caso de un ataque a un común adversario no es necesaria una unión especial; en lucha contra semejante enemigo, el interés de las dos partes, la demócrata clase media y el partido de la clase trabajadora, coinciden por el momento y ambas llevarán el combate mediante una temporal inteligencia.
Así fue en el pasado y así debe ser en el futuro. Es cosa fuera de duda que en los futuros sangrientos conflictos, como en todos los anteriores, los trabajadores, por su valor, resolución y espíritu de sacrificio, formarán la fuerza principal en la conquista de la victoria. Como hasta aquí ha ocurrido, en la lucha que viene la pequeña burguesía mantendrá una actitud de espera, de irresolución e inactividad tanto tiempo como le sea posible, en orden a que, tan pronto como la victoria esté asegurada, pueda arrogársela como propia y decir a los trabajadores que permanezcan tranquilos, vuelvan al trabajo y eviten los llamados excesos, apartando así a los obreros del fruto de su victoria. No está en la facultad de los trabajadores evitar previamente que la burguesía haga esto; pero sí está dentro de su poder hacer difícil su ascendiente sobre el proletariado y dictar sobre ellos tales órdenes que hagan arrastrar al dominio de la democracia burguesa dentro de él mismo y desde el principio el germen de disolución, y así su sustitución por el Poder del proletariado será considerablemente facilitada.
Los trabajadores, sobre todo durante el conflicto e inmediatamente después, deben tratar, en cuanto sea posible, de contrarrestar todas las contemporizaciones y sedantes burgueses, obligando a los demócratas a llevar a la práctica sus terroríficas frases actuales. Deben actuar de tal manera que la excitación revolucionaria no desaparezca inmediatamente después de la victoria. Por el contrario, han de intentar mantenerla tanto como sea posible.
Lejos de oponerse a los llamados excesos, deben emprenderse actos de odio ejemplar contra edificios individuales o públicos a los cuales acompaña odiosa memoria, sacrificándolos a la venganza popular; tales actos, no sólo deben ser tolerados, sino que ha de tomarse su dirección. Durante la lucha y después de ella, los trabajadores necesitan utilizar todas las oportunidades para presentar sus propias demandas separadas de las de los demócratas burgueses. Deben pedir garantías para los trabajadores tan pronto como los demócratas empuñen las riendas del Poder. Si fuere necesario, estas garantías deben ser imperiosas y generalmente deben tender a que se vea que los nuevos dominadores se hallan obligados a realizar todas las concesiones y promesas posibles; lo cual es el medio seguro de comprometerlos.
Los trabajadores no deben moverse por el general entusiasmo hacia el nuevo estado de cosas, al cual siguen usualmente luchas en las calles; deben guardar todo su ardor por una fría y desapasionada concepción de las nuevas condiciones, y manifestarán abiertamente su desconfianza respecto del nuevo Gobierno. Fuera del Gobierno oficial constituirán un Gobierno revolucionario de los trabajadores en forma de Consejos ejecutivos locales o comunales, Clubs obreros o Comités de trabajadores; de tal manera, que el Gobierno democrático burgués, no solamente pierda todo apoyo entre los proletarios, sino que desde el principio se encuentre bajo la vigilancia y la amenaza de autoridades tras de las cuales se halla la masa entera de la clase trabajadora.
Concretamente: desde el primer momento de la victoria nosotros no debemos mostrar más nuestra desconfianza hacia el reaccionario y vencido enemigo, y sí respecto de nuestros aliados, contra el partido que está ya explotando la victoria común solamente para sus propios y ulteriores fines.
En orden a este partido, cuya traición a los trabajadores comenzarán desde la primera hora de la victoria, debe verse frustrado en su nefasto trabajo, y para ello es necesario organizar y armar al proletariado.
El armamento de todo el proletariado con fusiles, cañones y municiones debe ser realizado en el acto; necesitamos prevenir el resurgimiento de la vieja milicia burguesa, cosa que ha sido siempre hecha contra los trabajadores. Donde esta medida no pueda cumplirse, los trabajadores tratarán de organizarse ellos mismos en una Guardia independiente, con sus propios jefes y su Estado Mayor, para ponerse a las órdenes, no del Gobierno, sino de las autoridades revolucionarias elegidas por los obreros. Donde los trabajadores estén empleados en servicios del Estado deben armarse y organizarse en Cuerpos especiales, con jefes escogidos por ellos mismos o formando parte de la Guardia proletaria.
Bajo ningún pretexto darán sus armas y equipos, y todo intento de desarme debe ser vigorosamente resistido.
Destrucción de la influencia de la democracia burguesa sobre los trabajadores; inmediata, independiente y armada organización de los obreros, y la exigencia de las más molestas y comprometedoras concesiones de la burguesía democrática, cuyo triunfo es por ahora inevitable, son los principales puntos que el proletariado, y por tanto la Liga, tienen que mantener en primer término durante y después de la conmoción.
Tan pronto como el nuevo Gobierno esté establecido comenzará a combatir a los trabajadores. A los fines de estar efectivamente en condiciones de oponerse a la democracia pequeño-burguesa, es necesario, en primer lugar, que los trabajadores estén organizados en Clubs, que serán en seguida centralizados. La autoridad central, después de la caída del Gobierno existente trasladará sus cuarteles en la primera ocasión a Alemania; inmediatamente reunirá un Congreso y hará las necesarias proposiciones para la centralización de los Clubs de obreros bajo un Comité Ejecutivo, que residirá en el centro del movimiento.
La rápida organización, o por lo menos el establecimiento de un organismo provincial de Clubs obreros, es uno de los más importantes puntos de nuestras indicaciones para vigorizar y desarrollar el partido de los trabajadores. El resultado inmediato de la caída del Gobierno existente será la elección de una representación nacional.
El proletariado vigilará en primer término para que ningún obrero sea privado de su sufragio por los trucos de las autoridades locales o de los comisionados del Gobierno; en segundo lugar, hará que contra los candidatos burgueses democráticos se presenten en todas partes candidatos de la clase trabajadora, quienes, en la medida que ello sea posible, deberán ser miembros de la Liga y por cuyo triunfo todos deben trabajar por todos los medios a su alcance. Incluso en los distritos donde no hay posibilidad de que nuestro candidato salga triunfante, los obreros deben, no obstante, presentar nombres a los fines de mantener su independencia, templar sus fuerzas y presentar su actitud revolucionaria y los puntos de vista del partido ante el público.
No deben desorientarse y abandonar su trabajo por la consideración de que dividiendo los votos demócratas ayudan a los partidos reaccionarios. Tal argumento se aduce para engañar al proletariado. El avance que el partido proletario puede hacer con su actitud independiente es infinitamente más importante que la desventaja que resulta de tener unos reaccionarios más en la representación nacional.
Los demócratas victoriosos podrían, si quisieran, evitar que el partido reaccionario tuviese ningún triunfo si usaran solamente su poder, recientemente ganado, con energía suficiente.
El primer punto que provocará el conflicto entre demócratas y proletarios es la abolición de todos los derechos feudales. Los demócratas pequeño-burgueses, siguiendo el ejemplo de la primera revolución francesa, mantendrán la tierra como propiedad privada de los campesinos; esto es, dejarán a los obreros agrícolas como están y crearán una pequeña burguesía campesina, que atravesará el mismo ciclo de miseria espiritual y material en que se encuentra actualmente el campesino francés.
Los trabajadores, en interés del proletariado agrícola tanto como en su propio interés, deberán oponerse a semejantes propósitos. Pedirán que las tierras feudales confiscadas sean nacionalizadas y convertidas en explotaciones dirigidas por grupos de trabajadores de la tierra; todas las ventajas de la explotación agrícola en grande escala deberán ser puestas a su disposición; estas colonias agrícolas, trabajadas según el principio cooperativo, deberán ser organizadas en medio de las resquebrajaduras institucionales de propiedad. Así como los demócratas están combinados con la pequeña burguesía campesina, así nosotros debemos luchar hombro con hombro con el proletariado agrícola.
Además, los demócratas trabajarán directamente por una República federal, o por lo menos, si no pueden evitar la formación de la República una e indivisible, tratarán de paralizar la centralización del Gobierno concediendo la independencia posible a las Municipalidades y provincias. Los obreros deben luchar contra este plan, no sólo para conseguir la una e indivisible República alemana, sino para lograr concentrar el mayor poder posible en manos del Gobierno central.
No deben ser engañados por las democráticas vulgaridades alrededor de la libertad de los Ayuntamientos, self-determination, etc., etc. En un país como Alemania, donde hay tantas reminiscencias medievales que barrer y tanta local y provincial obstinación que quebrantar, por ninguna circunstancia puede permitirse que ciudades y provincias opongan obstáculos a la actividad revolucionaria que necesita emanar del centro. Que los alemanes tengan que luchar y morir como hasta aquí lo han hecho, una y otra vez, por cada avance, en cada ciudad y en cada provincia separadamente, es algo que no puede ser tolerado. Como en Francia en 1793, así es hoy la tarea del partido revolucionario alemán: centralizar la nación.
Hemos visto que los demócratas vendrán al Poder en la primera fase del movimiento, y que serán obligados a proponer medidas de mayor o menor naturaleza socialista.
Se preguntarán qué medidas contrarias deberán ser propuestas por los trabajadores. Naturalmente, en el comienzo no podrán proponer las actuales medidas comunistas; pero se puede compeler a los demócratas a atacar el viejo orden social por tantos puntos como sea posible, perturbar sus procedimientos regulares, comprometerlos a ellos mismos y concentrar en las manos del Estado, en la proporción que se pueda, las fuerzas productivas, los medios de transporte, fábricas, ferrocarriles, etc. etc. Las determinaciones de los demócratas, los cuales en ningún caso son revolucionarios, sino simplemente reformistas, deben ser estimuladas hasta el punto de que se conviertan en ataques directos a la propiedad privada; así, por ejemplo, si la pequeña burguesía propone la incautación de los ferrocarriles y las fábricas, los trabajadores deben decir que, siendo estos ferrocarriles y estas fábricas propiedad de los reaccionarios, tienen que ser confiscados simplemente por el Estado y sin compensación. Si los demócratas proponen impuestos proporcionales, los trabajadores deben pedir impuestos progresivos; si los demócratas se declaran en favor de un impuesto progresivo moderado, los trabajadores deben insistir en un impuesto que paso a paso, gradualmente, signifique el hundimiento del gran capital; si los demócratas proponen la regulación de la Dieta Nacional, los trabajadores deben pedir la bancarrota del Estado.
Las demandas de los trabajadores dependerán de los propósitos y medidas de los demócratas. Si los trabajadores alemanes han de venir solamente al Poder y al logro de sus intereses de clase después de un prolongado desarrollo revolucionario, pueden, al menos, estar ciertos de que el primer acto de este drama revolucionario coincidirá con la victoria de su clase en Francia, y esto acelerará seguramente el movimiento de su propia emancipación.
Pero ellos mismos han de realizar la mayor parte del trabajo; necesitarán ser conscientes de sus intereses de clase y adoptar la posición de un partido independiente. No deben ser apartados de su línea de independencia proletaria por la hipocresía de la pequeña burguesía democrática. Su grito de guerra debe ser: "La Revolución permanente".

Londres, marzo de 1850.

El papel del trabajo en la transformación del mono en hombre (F. Engels)





Escrito: En 1876.[1]
Primera edición: En a revista Die Neue Zeit, Bd. 2, N° 44, 1895-1896.

El trabajo es la fuente de toda riqueza, afirman los especialistas en Economía política. Lo es, en efecto, a la par que la naturaleza, proveedora de los materiales que él convierte en riqueza. Pero el trabajo es muchísimo más que eso. Es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el trabajo ha creado al propio hombre. 

Hace muchos centenares de miles de años, en una época, aún no establecida definitivamente, de aquel período del desarrollo de la Tierra que los geólogos denominan terciario, probablemente a fines de este período, vivía en algún lugar de la zona tropical - quizás en un extenso continente hoy desaparecido en las profundidades del Océano Indico- una raza de monos antropomorfos extraordinariamente desarrollada. Darwin nos ha dado una descripción aproximada de estos antepasados nuestros. Estaban totalmente cubiertos de pelo, tenían barba, orejas puntiagudas, vivían en los árboles y formaban manadas[2]. 

Es de suponer que como consecuencia directa de su género de vida, por el que las manos, al trepar, tenían que desempeñar funciones distintas a las de los pies, estos monos se fueron acostumbrando a prescindir de ellas al caminar por el suelo y empezaron a adoptar más y más una posición erecta. Fue el paso decisivo para el tránsito del mono al hombre. 

Todos los monos antropomorfos que existen hoy día pueden permanecer en posición erecta y caminar apoyándose únicamente en sus pies; pero lo hacen sólo en caso de extrema necesidad y, además, con suma torpeza. Caminan habitualmente en actitud semierecta, y su marcha incluye el uso de las manos. La mayoría de estos monos apoyan en el suelo los nudillos y, encogiendo las piernas, hacen avanzar el cuerpo por entre sus largos brazos, como un cojo que camina con muletas. En general, aún hoy podemos observar entre los monos todas las formas de transición entre la marcha a cuatro patas y la marcha en posición erecta. Pero para ninguno de ellos ésta última ha pasado de ser un recurso circunstancial. 

Y puesto que la posición erecta había de ser para nuestros peludos antepasados primero una norma, y luego, una necesidad, de aquí se desprende que por aquel entonces las manos tenían que ejecutar funciones cada vez más variadas. Incluso entre los monos existe ya cierta división de funciones entre los pies y las manos. Como hemos señalado más arriba, durante la trepa las manos son utilizadas de distinta manera que los pies. Las manos sirven fundamentalmente para recoger y sostener los alimentos, como lo hacen ya algunos mamíferos inferiores con sus patas delanteras. Ciertos monos se ayudan de las manos para construir nidos en los árboles; y algunos, como el chimpancé, llegan a construir tejadillos entre las ramas, para defenderse de las inclemencias del tiempo. La mano les sirve para empuñar garrotes, con los que se defienden de sus enemigos, o para bombardear a éstos con frutos y piedras. Cuando se encuentran en la cautividad, realizan con las manos varias operaciones sencillas que copian de los hombres. Pero aquí es precisamente donde se ve cuán grande es la distancia que separa la mano primitiva de los monos, incluso la de los antropoides superiores, de la mano del hombre, perfeccionada por el trabajo durante centenares de miles de años. El número y la disposición general de los huesos y de los músculos son los mismos en el mono y en el hombre, pero la mano del salvaje más primitivo es capaz de ejecutar centenares de operaciones que no pueden ser realizadas por la mano de ningún mono. Ni una sola mano simiesca ha construido jamás un cuchillo de piedra, por tosco que fuese.
Por eso, las funciones, para las que nuestros antepasados fueron adaptando poco a poco sus manos durante los muchos miles de años que dura el período de transición del mono al hombre, sólo pudieron ser, en un principio, funciones sumamente sencillas. Los salvajes más primitivos, incluso aquellos en los que puede presumirse el retorno a un estado más próximo a la animalidad, con una degeneración física simultánea, son muy superiores a aquellos seres del período de transición. Antes de que el primer trozo de sílex hubiese sido convertido en cuchillo por la mano del hombre, debió haber pasado un período de tiempo tan largo que, en comparación con él, el período histórico conocido por nosotros resulta insignificante. Pero se había dado ya el paso decisivo: la mano era libre y podía adquirir ahora cada vez más destreza y habilidad; y ésta mayor flexibilidad adquirida se transmitía por herencia y se acrecía de generación en generación. 

Sobre la insurreccion (Marx-Engels)


Ahora bien, la insurrección es un arte, lo mismo que la guerra o que cualquier otro arte. Está sometida a ciertas reglas que, si no se observan, dan al traste con el partido que las desdeña. Estas reglas, lógica deducción de la naturaleza de los partidos y de las circunstancias con que uno ha de tratar en cada caso, son tan claras y simples que la breve experiencia de 1848 las ha dado a conocer de sobra a los alemanes. La primera es que jamás se debe jugar a la insurrección a menos se esté completamente preparada para afrontar las consecuencias del juego. La insurrección es una ecuación con magnitudes muy indeterminadas cuyo valor puede cambiar cada día; las fuerzas opuestas tienen todas las ventajas de organización, disciplina y autoridad habitual; si no se les puede oponer fuerzas superiores, uno será derrotado y aniquilado. La segunda es que, una vez comenzada la insurrección, hay que obrar con la mayor decisión y pasar a la ofensiva. La defensiva es la muerte de todo alzamiento armado, que está perdido antes aún de medir las fuerzas con el enemigo…. 

 (Revolución y contrarrevolución en Alemania, Karl Marx y Engels, Cap XVII, la Insurrección (fragmento)

Karl Marx (1818-1883) por Borísov, Zhamin y Makárova

Karl Marx (1818-1883) por Borísov, Zhamin y Makárova


Fundador del comunismo científico, gran revolucionario, maestro y jefe del proletariado mundial, creador de la economía política proletaria. Marx nació el 5 de mayo de 1818 en Tréveris, ciudad de la región del Rin, en Alemania. En 1841 termina ya su formación universitaria. Pronto se libera del influjo del idealismo imperante en aquel entonces. En 1842, a los veinticuatro años de edad, fue nombrado jefe de redacción de la “Gaceta renana”, en Colonia. Ya entonces sostiene la idea de que se ha de suprimir la propiedad privada por vía revolucionaria, y desde las posiciones de demócrata revolucionario pasa a las del comunismo. Marx escribió que el trabajo en el periódico “ha dado los primeros impulsos a mis estudios de las cuestiones económicas”, Marx pudo crear el comunismo científico y la economía política proletaria tan sólo gracias a que el capitalismo y el movimiento obrero habían alcanzado un determinado nivel en su desarrollo. Hacia la década de los años cuarenta, acabó de realizarse el paso del capitalismo de su fase manufacturera a la de la gran industria maquinizada. El capitalismo no sólo dominó en Inglaterra, sino, además, en los principales países de la Europa Occidental y en los Estados Unidos. Empezaron a agudizarse las contradicciones inherentes a la naturaleza interna del capitalismo. En las condiciones creadas por la revolución industrial, la estratificación de la sociedad se efectuaba cada vez más rápidamente: la burguesía comenzó a transformarse en una fuerza reaccionaria; el proletariado aparece como fuerza política independiente que lucha contra la clase burguesa en su conjunto...

La Alemania de aquellos tiempos, donde había, cristalizado una tensa situación revolucionaria, se convirtió en el nudo de todas las contradicciones del capitalismo. A ello se debe, precisamente, que Alemania pasara a ser el centro del movimiento revolucionario, la patria del comunismo científico. Marx y Engels examinaron con espíritu crítico las doctrinas de sus antecesores y llevaron a cabo una revolución en la deuda social y la pusieron al servicio de la clase más avanzada: el proletariado. Lenin escribió: “Marx fue el continuador y coronador genial de las tres corrientes ideológicas fundamentales del siglo XIX pertenecientes a los tres países más avanzados de la humanidad: la filosofía clásica alemana la economía política clásica inglesa y el socialismo francés’’. Después de reelaborar críticamente todos los elementos científicos de la ciencia social precedente, Marx y Engels efectuaron un cambio revolucionario en la filosofía y crearon la filosofía proletaria. Habiendo llegado a la conclusión de que el ser social determina la conciencia social Marx mostró que lo que determina fundamentalmente la estructura toda de la sociedad son las relaciones económicas de producción entre los hombres, relaciones que, a su vez, dependen del estado de las fuerzas productivas materiales. De ello infirió Marx la conclusión de que el análisis de las relaciones económicas y de las leyes económicas objetivas que les son propias es de una importancia primordial. Marx y Engels analizaron brillantemente las leyes económicas del capitalismo. Imprimieron un viraje revolucionario a la teoría económica al crear la economía política proletaria auténticamente científica. Como indica Lenin, la doctrina económica de Marx constituye el contenido esencial del marxismo. Marx elaboró su doctrina económica en lucha contra la economía política burguesa y pequeñoburguesa, partiendo de la asimilación crítica de todo cuanto había dado la historia precedente de las ciencias sociales. Las concepciones económicas del joven Marx hallaron su reflejo en el libro “La Sagrada Familia” (1845), escrito en colaboración con Engels. Se trata de un trabajo eminentemente filosófico, pero en él se examinan también cuestiones de economía política. Precisamente en este libro Marx y Engels se aproximan a la teoría del valor por el trabajo. En los años 1844—1846, Marx trabajó con ahinco en cuestiones de economía política y escribió la “Crítica de la Política y de la economía política”. El manuscrito no se ha conservado, sus borradores se editaron en 1932 en Alemania bajo el titulo de “Manuscritos económicos y filosóficos”. Se examinan en este trabajo los problemas concernientes al salario, a la ganancia, a la renta del suelo, a la propiedad, a la división del trabajo y algunos otros. Marx y Engels escribieron aun otro trabajo importante: “La Ideología alemana” (1845—1846), de gran valor para la formación de la economía política no sólo del capitalismo, sino, además, del socialismo. En 1847 Marx escribió la obra “Miseria de la filosofía” como respuesta al libro de Proudhon “Filosofía de la miseria”. En dicho trabajo de Marx, la economía política proletaria da un nuevo paso. Marx trató en él, por primera vez, de la metodología de la investigación económica, es decir, elaboró los problemas de la aplicación del materialismo dialético a la economía política; puso de manifiesto la esencia de las categorías económicas de la economía política como expresión de las relaciones de producción; siguió investigando problemas como el de la división del trabajo, el de la acumulación originaria del capital, el de las tres fases de desarrollo del capitalismo, el del monopolio y la competencia el de la transformación de la lucha económica en lucha política, y otros.

Hace Marx una valiosa contribución al desarrollo de la economía política con su obra “Trabajo asalariado y capital” (1849). Se formula en ella la ley del valor, se demuestra que esta ley actúa a través de las fluctuaciones de los precios en torno al valor; se enuncia la definición clásica del capital como relación de producción, se explica la esencia del fetichismo de la mercancía, etc. Corona la labor científica de Marx y Engels en la década del cuarenta el “Manifiesto del Partido Comunista” (1848), escrito por los dos conjuntamente y por encargo de la “Liga de los Comunistas”. En esta obra se exponen de modo coherente bajo la forma de conclusiones clásicas los resultados de las investigaciones llevadas a cabo por los fundadores del marxismo en diversas esferas del conocimiento, en particular en el campo de la economía política; se ofrece una concepción científica integral y un programa de acción combativo del proletariado. Los trabajos de la década indicada inician el estudio de los problemas de economía política sobre la base del nuevo método y presentan a la luz del materialismo dialéctico las categorías económicas más importantes. En 1859 Marx publicó el libro “Contribución a la critica de la economía política”, en el que se tratan circunstanciadamente los problemas de la mercancía y el dinero, del doble carácter del trabajo y de la mercancía fuerza de trabajo, del capital constante y variable, de la teoría de la plusvalía. En 1863 redactó Marx un nuevo manuscrito voluminoso que constituye, por su contenido, un esbozo de los cuatro tomos de “El Capital”. La parte fundamental de dicho manuscrito se ha publicado bajo el título de “Teorías de la plusvalía”. El manuscrito no se editó en vida de Marx ni de Engels. Lo publicó en 1905—1910 Kautsky, quien se permitió introducir tergiversaciones revisionistas al redactarlo; tan sólo casi 100 años después de haber sido escrito, este trabajo se ha editado en la U.R.S.S. tal como lo compuso Marx. En 1867 vio la luz el primer tomo de ”El Capital”. Marx trabajó mucho en la segunda edición de ese primer tomo, preparó las ediciones alemana y francesa, mas no pudo realizar toda la labor necesaria para la publicación de la obra entera, su principal trabajo científico. El colaborador y amigo más próximo de Marx, Engels, llevó a cabo una labor ingente con el fin de preparar para la edición los tomos II y III de “El Capital’’. El tomo II vio la luz en 1885; el III, en 1894, poco tiempo antes de la muerte de Engels. Con “El Capital” se llevó a su término la transformación revolucionaria de la economía política y se creó la economía política proletaria. El primer tomo de esta obra está dedicado al análisis del proceso de producción del capital y versa sobre el problema cardinal de la investigación: el origen y la producción de la plusvalía, la teoría de la cual “constituye la piedra angular de la teoría económica de Marx” (V.I. Lenin). El segundo tomo está dedicado al análisis del proceso de circulación del capital. En el tercer tomo se analizan la producción capitalista y la circulación en su conjunto, y las formas en que la plusvalía y las relaciones del capitalismo se presentan en la superficie de la sociedad burguesa. El cuarto y ultimo tomo contiene la historia crítica de la economía política. La investigación de las leyes de la producción capitalista permitió a Marx determinar el lugar de esta última en la historia del desarrollo de la sociedad humana, mostrar que es inevitable el hundimiento del capitalismo y su sustitución por el comunismo. Marx demostró que el capitalismo prepara todas las premisas materiales de la revolución socialista a la vez que crea a su propio sepulturero: el proletariado. La teoría de la revolución proletaria, socialista, y la doctrina sobre la dictadura del proletariado constituyen las conclusiones fundamentales de toda la actividad científica y revolucionaria de Marx. Los enemigos del comunismo han declarado en más de una ocasión que, en la actualidad, el capitalismo analizado por Marx ha cambiado radicalmente de naturaleza, por lo cual, afirman, las conclusiones de Marx han caducado. Mas la vida demuestra todos los días que el carácter fundamental del capitalismo no ha variado, no han desaparecido sus contradicciones básicas ni la explotación de los trabajadores. También hoy en día las ideas directrices de “El Capital” alientan a la clase obrera de todo el mundo en la lucha revolucionaria y ejercen un influjo inmenso sobre todo el decurso de la historia mundial. En “El Capital”, no sólo hallamos la explicación del pasado, sino, además, la previsión científica del futuro, la caracterización de la actividad revolucionaria de las masas trabajadoras que conduce al capitalismo a su inevitable hundimiento y a su sustitución por el comunismo. La victoria de las ideas marxistas ha hallado su manifestación en la Gran Revolución Socialista de Octubre, en la formación del sistema mundial del socialismo. Marx puso los cimientos de la economía política del comunismo. En las obras de Marx y ante todo en su “Critica del programa de Gotha” (1875), se exponen los rasgos fundamentales del comunismo. El nombre de Marx sobrevivirá a los siglos. “La doctrina de Marx es todopoderosa porque es verdadera” (V.I. Lenin). Se apodera cada vez más de las masas populares y constituye una grandiosa fuerza material. Ninguna doctrina, ninguna teoría ha desempeñado ni ha podido desempeñar, en la historia de la humanidad un papel semejante. Después de la muerte de Marx y Engels, Lenin elevó el marxismo a un nuevo estadio, lo desarrolló en su aplicación a las nuevas condiciones. La doctrina grande y victoriosa, del marxismo-leninismo se enriquece con la nueva experiencia de la lucha de los países que construyen el socialismo y el comunismo, de la lucha del movimiento obrero revolucionario en los países capitalistas y del movimiento de liberación nacional contra el yugo del imperialismo. Los partidos marxistas-leninistas, generalizando esta experiencia, aportan una nueva contribución a la teoría marxista—leninista.

Tomado de Diccionario de Economía Política de Borísov, Zhamin y Makárova.

El Diccionario de Economía Política editado por Borísov, Zhamin y Makárova fue publicado en la Unión Soviética y traducido al español en 1965 por Augusto Vidal Roget. Su dedicatoria dice:

El presente Diccionario de economía política va destinado a quienes estudian esta disciplina en los cursos de educación política. También será de utilidad para los alumnos de economía política en los centros de enseñanza superior y en las escuelas técnicas.

El Diccionario no incluye toda la terminología de la economía política sin excepción. Se explican en él de manera concisa, lacónica, los conceptos, términos, leyes y categorías económicas fundamentales con que el lector se encuentra frecuentemente al estudiar la teoría marxista-leninista. Asimismo figuran en el Diccionario varios artículos críticos acerca de algunos economistas burgueses y pequeño-burgueses y sus teorías.
 
Tomado del blog: El socialismo es la solucion 
http://socialismo-solucion.blogspot.com/

Sobre las distintas clases y capas sociales (Marx)

De todas las clases que hoy se enfrentan con la burguesía, sólo el proletariado es una clase verdaderamente revolucionaria. Las demás clases van degenerando y desaparecen con el desarrollo de la gran industria; el proletariado, en cambio, es su producto más peculiar.

Las capas medias —el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino—, todas ellas luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales capas medias. No son, pues, revolucionarias, sino conservadoras. Más todavía, son reaccionarias, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarias únicamente cuando tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, cuando abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.

(Karl Marx, Manifiesto Comunista)