A mis camaradas del Presídium
De V. Molotov
Una vez concluido el XX Congreso del
Partido quiero advertir a mis colegas del peligro con que nos
enfrentamos como resultado de nuestras acciones. Hablo libremente
porque, como es bien sabido, acepté la decisión colectiva, denuncié mis
propias ideas, expresadas con anterioridad y me uní a un esfuerzo que,
no puedo ocultarlo, sigo considerando como aventurerismo derechista.
Recordemos las discusiones que han tenido lugar durante los años pasados y que han culminado ante el Congreso.
Algunos de nuestros camaradas adoptaron la siguiente posición:
1. En una reacción prolongada de la
guerra de Corea, los Estados Unidos estaban dedicando sus esfuerzos de
un modo primordial al desarrollo de un anillo de pactos militares.
2. Estos pactos eran impopulares y al
mismo tiempo ineficaces. Los pueblos de los países afectados deseaban la
paz, el desarrollo económico y un creciente desarrollo nacional, así
como una posición mejor para sus naciones.
3. Por tanto, era el momento oportuno para asociarnos con estos sentimientos emocionales y desbordar a los americanos.
Yo encabecé a los que adoptaron una
posición opuesta, entre los que se contaban los más experimentados de
entre nosotros en esas cuestiones. Manteníamos la siguiente posición:
a) La táctica propuesta fortalecería a
los Gobiernos burgueses existentes, concedería tiempo a dichas naciones
para organizarse y fomentaría una fase prolongada de desarrollo burgués.
b) La influencia que obtendríamos con una
táctica semejante sería superficial y no podría traducirse en una toma
del poder seria par parte de los comunistas.
c) La táctica necesaria del Frente
Popular dentro de esos países haría imposible el desarrollo de la
táctica de guerrillas e infiltración que es la única que promete éxito
en esas zonas.
d) Podríamos vernos arrastrados a una
competencia económica costosa en un momento en que nuestros recursos son
altamente necesarios para finalidades militares y económicas dentro de
la Unión Soviética.
La única esperanza que cabía hacerse
consistía en que sin ayuda americana esos países, con sus estúpidos
métodos burgueses, fracasarían, en sus planes económicos y se volverían
hacia nosotros.
Repito que considerábamos la táctica
propuesta como una negación de todas las lecciones de nuestra
experiencia, desde la victoria de Lenin, en octubre, a nuestro triunfo
diplomático en Ginebra, en 1954, en la cuestión de Indochina. Hasta
ahora nuestro movimiento no ha confundido nunca los síntomas
superficiales del poder y de la influencia con su esencia. En último
análisis, el poder es una cuestión de control físico, y la política
propuesta no promete en modo alguno el control físico. Al contrario,
hace más difícil el problema de su adquisición.
Como sabéis muy bien, ninguno de las que
abogaban por la política propuesta fue capaz de explicarnos cómo se pasa
de los pactos económicos y de los collares de flores para nuestros
colegas a la adquisición seria del poder. Pero nuestro inteligente y
flexible camarada Mikoyan dejó bien sentada la cuestión con sus dos
famosas proposiciones:
1. Lo que es malo para los Estados Unidos es bueno para la Unión Soviética.
2. Mikoyan puede obtener beneficios de la ayuda económica soviética.
Estos dos conceptos superficiales y, si
se me permite, casi cosmopolitas, dejaron bien sentada la cuestión; y
nos unimos todos para enunciar las doctrinas del XX Congreso:
coexistencia prolongada, frentes populares y todo la demás.
¿Por qué vuelvo ahora a estas cuestiones
dolorosas, tras de haber aceptado de buena gana la decisión colectiva?
Lo hago porque en este momento creo que bien pronto veremos cómo se
dispara la trampa americana sobre nosotros. Estamos comprometidos en
esas posiciones y políticas altamente fluidas. Cada día llevamos a cabo
algunas medidas, y fortalecemos en algún modo a Gobiernos no comunistas
sobre los que no tenemos ningún control real. En tanto que los
americanos prosiguen su política actual podemos influir indudablemente
sobre esos Gobiernos, para que actúen en nuestro interés. ¿Pero están
obligados los americanos a seguir concentrándose estúpidamente en sus
pactos militares? ¿Son sus círculos dirigentes (que pueden achacar los
cambios a excusas tan absurdas como unas elecciones a la opinión pública
mercurial), son sus círculos dirigentes -os pregunto- incapaces de
cambiar su política económica exterior? Y si lo hacen, ¿qué controles
dignos de confianza poseemos sobre los Gobiernos medioorientales y
asiáticos para asegurarnos de que, una vez fortalecidos, no volverán a
adherirse al bloque americano?
Siempre hemos sabido que el margen de
éxito o fracaso del segundo plan quinquenal indio era una cuestión de
unos cuantos miles de millones de dólares en divisas extranjeras. Esto
llegó a excitar incluso a algunos de nuestros camaradas. Recordad que
sólo con grandes esfuerzos logré persuadir a algunos camaradas para que
no hiciesen de este plan un éxito de Nehru prestándole ese dinero. Pero,
¿creéis que los americanos, que han estado fingiendo estupidez en esta
cuestión, son incapaces de realizar la oferta ahora, una vez que nos
hemos lanzado al aventurerismo derechista? El dinero significa poco para
ellos; y si prolongan el auge del automóvil, como nos decía ese gran
experto en capitalismo americano que es Mikoyan, tendrán que hacer
préstanos al extranjero en el próximo año si quieren mantener el pleno
empleo.
Y lo mismo puede decirse de Birmania, Indonesia, Pakistán y -tomad nota de mis palabras- de Oriente Medio.
Camaradas: estamos jugando con fuego
burgués y acabaremos por quemarnos. Se nos ha tendido un cepo. Bien
pronto los americanos volverán a esas zonas pobres con dinero, técnicos e
intereses y misioneros; y los pueblos estarán contentos al volverles a
ver. La India obtendrá Goa con apoyo americano y con un gran crédito
para América gracias a la inteligencia de Dulles. Pronto tendremos que
volver a los principios auténticos de Lenin y Stalin- sí, de Stalin- y
más nos valdría empezar a pensar sobre lo que tendríamos que hacer en
ese caso.
V. Molotov, 29 de febrero de 1956